Y tras una tonta discusión, sólo supo decir:
- Te “amio”.
- ¿Qué? -preguntó él sorprendido.
- Pues eso, que no te enteras: que te amo y te odio.
- Pero...
- ¡Que no te das cuenta de que siempre te he querido! y sólo consigues que te odie a la vez... Que estoy harta -su voz se entrecortaba iracunda y una lágrima comenzaba a brotar-, que después de tanto tiempo necesito más de ti, que ya no soy capaz de conformarme con ser la estúpida amig...
- Pero...
- ¡Que no te das cuenta de que siempre te he querido! y sólo consigues que te odie a la vez... Que estoy harta -su voz se entrecortaba iracunda y una lágrima comenzaba a brotar-, que después de tanto tiempo necesito más de ti, que ya no soy capaz de conformarme con ser la estúpida amig...
- Anda, tonta, ven aquí -interrumpió mientras le estrechaba las manos y tiraba de ella hacia sí-. Calla y sólo bésame; cierra los ojos y, mientras te queden fuerzas, ámame.
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